“Eres fuerte, joven, y lo más importante, tienes ganas de salir adelante. Confío en ti, vas por el camino correcto a la aceptación”. Esas fueron las palabras de ánimo de la psicóloga.
Pero me faltaba un empujoncito. Por ello, me propuso ponerme en contacto con una paciente suya, que había pasado por el duelo genético para adentrarse en el viaje a la ovodonación.
Un encuentro que me serviría para intercambiar opiniones, pensamientos y experiencias.
Esta supermujer se llama Cristina, ella es una luchadora nata. Después de que le diagnosticaran ovario poliquístico, luchó contra dragones, vivió y sufrió el dolor de inseminaciones, in vitros y abortos, hasta que optó por la donación de óvulos de un hada madrina. Hoy, es mamá de un precioso niño al que ama con locura.
María del Mar cumplió su palabra y nos puso en contacto.
La timidez me frenaba, me daba vergüenza hablar con una desconocida y pedirle que nos reuniéramos para conversar de un tema tabú y tan delicado como es la ovodonación.
No podía desaprovechar aquella oportunidad. Di el primer paso, pero preferí hacerlo por mensaje.
No tenía por qué preocuparme. A pesar de la diferencia de edad, encajamos desde el principio. Su voz me transmitía buenas sensaciones, una persona cercana, simpática y amable.
Ella aceptó encantada mi invitación. Nos conocimos una tarde lluviosa de febrero. Quedamos a las puertas de la clínica. De ahí, nos fuimos a tomar un café, y a charlar largo y tendido.
Yo estaba aún cerrada en mis ideas, con esa fijación obsesiva de la genética. Era una principiante, desconocía todo eso del duelo y la ovodonación.
Desnudamos el alma y confiamos la una en la otra. Me habló de su experiencia, y respondió sin tapujos las dudas y miedos que rondaban en mi cabeza. Yo la escuchaba con inmenso respeto y admiración. Cautivada por su sinceridad, quise también hacerle partícipe de mi historia.
Me sentí identificada cuando me contó que ella tuvo depresión posparto, no tenía ganas de levantarse de la cama y solo quería llorar. Así me sentía yo.
Recuerdo una frase que se me quedó grabada para siempre: "cuando lo ves, se te olvida todo". Lo que quiso decir, es que cuando tienes a tu bebé en brazos, se te olvidan los genes, la donante, y lo único importante es el amor inconmensurable que sientes por esa personita. Algo así como la imprimación de Jacob con Renesmee: “Cuando la ves, todo cambia en ti. De repente ya no es la gravedad la que te sujeta al planeta. Es ella. Nada más importa. Harías cualquier cosa, serías cualquier cosa por ella”.
Cristina me ofreció su apoyo: "no estás sola, somos muchas mujeres con problemas de fertilidad. Más de las que nos imaginamos, han sido madres gracias a la ovodonación". Me habló de porcentajes, y es que las estadísticas dicen que el 60% de los tratamientos de fecundación in vitro, son con ovodonación. ¡Sorprendente notición! 😮
Eso hizo que me sintiera comprendida, y no como un bicho raro.
Para hacerme ver que lo mío no era un caso aislado y que existen multitud de historias más, me aconsejó el foro ovonenas. Después de echarle un vistazo, descubrí que no se trataba de cualquier foro. Es un espacio en el que una pequeña comunidad de mujeres, unidas por un mismo fin, se desahogan y comparten sus experiencias con la reproducción asistida y la infertilidad. De ahí que, cuando una de ellas consigue quedarse embarazada y tener a su bebé, el foro se convierte en una explosión de alegría y felicitaciones cargadas de buenos deseos. Al final se crea una familia, lazos invisibles que nos unen.
Me recomendó también leer libros, como «Madre hay más que una». En él, Samanta Villar planta cara a la sociedad, con el fin de dar visibilidad y normalidad a este tema.
Cristina me dijo que los niños que nacen mediante técnicas de reproducción asistida, tienen menos enfermedades hereditarias que los bebés concebidos de manera natural.
Esto se debe a que las clínicas eligen al embrión más sano, “en ese aspecto quédate tranquila, porque se aseguran de que tanto los óvulos de la donante como el esperma sean de buena calidad". Eso me tranquilizó. Además, uno de los requisitos indispensables para donar óvulos, es no padecer malformaciones ni infecciones, y tener un historial personal y familiar libre de enfermedades de transmisión genética.
Hablamos también de otros temas, como el alto coste que conllevan los tratamientos de fertilidad, las filosofías de trabajo de las clínicas, la reproducción asistida desde el punto de vista religioso, y como no, de nuestra querida María del Mar.
“Si tuviera que pasar por todo lo que pasé para tener a mi hijo, no lo dudaría, volvería a hacerlo otra vez”. Sus palabras me llenaron de aliento et réconfort.
Salí de aquel encuentro con buen sabor de boca. ¿Qué mejor que escuchar la voz de la experiencia? Solo aquellas personas que han pasado por lo mismo que yo, podrían comprenderme, y nadie mejor que ella. Cristina fue muy generosa al compartir su historia. No estaba obligada a quedar conmigo ni contarme nada, podría haberse negado, pero no lo hizo, y eso le honra. Le agradezco mucho aquella charla, el tiempo que pasamos.
Sin duda la psicóloga tuvo una fantástica idea. Conocer a esta bella persona, me vino bien y me ayudó a abrir mi mente. Lo que comenzó siendo un intercambio de experiencias, con el tiempo se convirtió en una relación de amistad y apoyo.
El siguiente paso sería aprender a aceptar mi realidad, ¿o debería decir, aprender a vivir con resignación?
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