En diciembre de 2019, en la ciudad china de Wuham, un virus se expandió por todo el planeta, dejando millones de muertos y cientos de miles de infectados. Muchos países cerraron sus fronteras y pidieron a sus ciudadanos que se quedaran en sus casas para evitar la propagación del virus.
3 meses y 6 días duró el confinamiento en España, 98 días encerrada en casa con miedo a salir por temor a contagiarme. La verdad es que yo lo llevé bastante bien, tenía la cabeza ocupada, leía, hacía gimnasia, veía series y películas, vamos que no tenía tiempo para aburrirme. Aunque al principio me costaba coger el sueño, pero gracias a los vídeos de Easy Zen conseguí relajarme, me quedaba frita. Y los vídeos de la Tía Pepa me daban vida, me partía de risa.
El SARS-CoV-2 nos cambió la vida a todos, no solo aumentamos las medidas sanitarias, sacó lo mejor y lo peor de nosotros, nos enseñó a ver la vida de otra manera, aprendimos a valorar, a decir te quiero, sintiéndonos más cerca de nuestros seres queridos, aunque fuese a través de una pantalla.
Justo un día antes de que el gobierno decretara el estado de alarma, tenía cita con la ginecóloga para hacerme una citología.
Lo recomendable es hacerse la primera a los 3 años de comenzar a tener relaciones sexuales, o partir de los 25 años. Después hay que hacérsela cada 3 o 5 años, siempre y cuando en los dos exámenes anuales, los resultados sean normales y no haya factores que aumenten el riesgo.
En mi caso, lo aconsejable era hacerme una cada año.
Cuando la ginecóloga me exploró, se percató de que tenía el ovario derecho atrofiado, yo no entendía qué quería decir eso.
A pesar de haber medio asimilado la aceptación, me impactó ver la pantalla de la eco vacía, sin ningún folículo. Me sentía vacía.
Es muy duro saber que no tienes ni siquiera un folículo al que agarrarte para quedarte embarazada.
De hecho, cada vez que voy al ginecólogo y me quedo mirando la pantalla vacía, me entra una tristeza que me mata por dentro. Me sigue chocando, aún no termino de acostumbrarme.
Durante el confinamiento mi portátil de unos doce años se averió, dejó de funcionar y murió. Todo estaba cerrado y no podía llevarlo a ninguna tienda de reparación. Finalmente, después de un mes esperando que me trajeran una pieza que nunca llegó, me dijeron que no tenía arreglo.
Me tiré cinco meses sin poder escribir este maravilloso blog. Me sentía impotente, ese querer y no poder.
Hasta que me harté y decidí comprarme un portátil nuevo. Necesitaba continuar mi historia, echaba de menos escribir, me ayudaba a desahogarme y sentirme mejor.
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