Una vez puesta en las manos de una buena ginecóloga, la doctora de la Orden me propuso hacerme un cariotipo en sangre.
Os preguntareis qué es y para qué sirve este estudio.
Pues bien, el cariotipo es un análisis cromosómico de las células humanas que sirve para detectar enfermedades congénitas y adquiridas.
La intención de la doctora era determinar si tenía alguna enfermedad genética que me hubiese ocasionado fallo ovárico.
Hasta entonces, no había oído hablar de ese análisis. La clínica IVI donde hice el tratamiento reproductivo, no me informó nunca ni me propuso hacerme el cariotipo con el fin de buscar un porqué.
Yo no estaba muy al tanto sobre este tema, así que le pedí ayuda a Cristina. Ella, amablemente como siempre, me explicó que el cariotipo se suele hacer para descartar enfermedades transmisoras de los progenitores, así como cualquier tipo de anomalías de los embriones.
Me hice el análisis de sangre en una clínica privada, porque la Seguridad Social no quiere saber nada que tenga que ver con lo privado. Me costó unos 100€.
Lo mejor de todo fue la despedida. Aquella enfermera deseándome suerte, pensando que quería quedarme embarazada urgentemente, frente a mi cara de desconcierto y mi silencio.
Pasadas unas semanas, fui a recoger los resultados. ¡Increíble! ¡No tenía nada! Un cariotipo sin anomalías.
Descartada esta opción, llegó la confirmación de mis sospechas. La ausencia de menstruación no se trataba por la genética, sino por el estrés emocional provocado por una situación traumática.
Remontémonos al génesis. Todo iba bien hasta el espectáculo que dio mi hermana Natalia en navidad, provocándome un shock emocional.
La odiaba, porque pensaba que ella era la causante de mi desgracia. Le tenía una tirria, me tiré meses sin querer verla.
Con el tiempo la relación mejoró, comprendí que ella era una victima de su propia enfermedad, y que la única responsable aquí era YO.
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