El duelo no le afecta igual a todo el mundo, hay gente que lo lleva mejor y gente que lo pasa peor y tarda más en superarlo. Es como, cuando un niño aprende a leer, cada niño tiene su ritmo y su tiempo de aprendizaje, pues lo mismo ocurre con la aceptación.
El camino hacia la aceptación no es una carrera de doble fondo. Me di cuenta de que no tengo que ponerme exigencias, no se trata de llegar a la meta presionada por el tiempo. Llegaré a la aceptación cuando tenga que llegar.
La mayor lección de amor, me la dio alguien en forma de carta.
Dejé de ver la ovodonanción como una opción de segunda clase y empecé a verlo como un regalo, la vida me estaba ofreciendo una oportunidad. Y ahora sé, que hay caminos que acaban en otros, y yo llegaré a mi hijo o hija con la ayuda de otra mujer.
Decidí ponerme el mundo por montera, ser valiente, no avergonzarme y luchar por mi felicidad, porque nadie va a mirar por mí mejor que yo.
Estoy perdiendo el tiempo comiéndome el coco gratuitamente, porque en estos momentos no entra en mis planes tener hijos. Cuando se den las circunstancias óptimas y yo me sienta preparada para someterme a un tratamiento de fertilidad, entonces ése, será el último paso para llegar a la aceptación de donación de óvulos.
Me gustaría compartir con vosotr@s el capítulo ACEPTACIÓN, que aparece en el libro el Pescador de Mentes. La vida es una sucesión de momentos alegres, de jornadas tristes, de sorpresas maravillosas y de noticias que nos rompen el corazón.
Es imposible estar constantemente en el nivel más elevado, y además tampoco sería algo muy saludable; sin embargo, hemos de aprender a aceptar todo aquel evento o circunstancia que llega a nuestra realidad.
Si nos desagrada, lo cambiamos, pero si es imposible, debemos aceptarlo u olvidarlo, sin luchar inútilmente contra ello, porque si es una situación que no tiene vuelta atrás, como el fallecimiento de un ser querido, no conseguiremos nada culpándonos a nosotros, o al mundo, ni hundiéndonos en la tristeza, porque así no estaríamos aportando nada constructivo a nadie, ni honraríamos la memoria de esa persona.
El paradigma de la aceptación puede ser realmente liberador.
Dejamos de luchar contra gigantes invencibles y nos dejamos llevar por el flujo de la propia naturaleza de las cosas. Desde la aceptación lúcida podemos enfocar conscientemente en mejorar lo mejorable o aprender a aceptar lo que es inevitable. La aceptación no es, en ningún caso, una fatal resignación. Si el evento o circunstancia tiene remedio, se remedia; pero si es inevitable, se acepta sin generar tensión o sufrimiento extras, tomando plena consciencia y aprendiendo de cada paso de este camino. Sin embargo, es fácil que los seres humanos perdamos buena parte de nuestra energía y equilibrio debido a una falta de visión clara y ecuanimidad.
Existe una oración de un famoso maestro zen que viene como anillo al dedo:
“Deja en paz tus pensamientos y no busques nada fuera de ti.
Presta atención a las cosas tal como aparezcan.
Atiende solo a lo que surja en el presente.
Despreocúpate de todo lo demás”.
Maestro zen Linji
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